Londres se despertó nublado a pesar de las previsiones meteorológicas que auguraban para aquel 29 de abril de 2011 un día soleado. Pero ni la amenaza de lluvia ni el cielo encapotado impidieron que las calles de la capital inglesa se llenaran de gente para presenciar la boda de los futuros reyes de Inglaterra.
1900 invitados se desplazaron a la Abadía de Wenmister para asistir al sí quiero entre el príncipe Guillermo de Inglaterra y Kate Middleton. Se casaba el primer hijo de la desaparecida Lady Di y Carlos de Inglaterra con su amor universitario. Una joven discreta, elegante y con una gran predisposición de servir a la corona de Inglaterra.
Una boda que dio la vuelta al mundo. Una novia con un vestido inolvidable, de inspiración romántica, obra de Sarah Burton para Alexander McQueen que recordó al que eligió Grace Kelly para el día su boda.
Y fueron muchas las imágenes de esa boda las que dieron la vuelta al mundo, pero hubo una que siempre será recordada.
Esa imagen no fue otra que la que retrató a Pippa Middleton, hermana de la novia, llevando la cola del vestido. Pippa llevó un vestido blanco, obra de Burton que resaltaba su perfecta figura, de color blanco impoluto y con un sutil corte de sirena que empezaba en una manga corta con encaje. Estaba imponente y a la vez elegante. Pippa se encargó de que el vestido de Kate luciese perfecto, pero era inevitable no fijarse en ella.
Se convirtió en la dama de honor más famosa, yo diría que a nivel mundial y son muchos los que se atrevieron a decir que llegó a eclipsar a la novia.
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